¿Cómo nos quitamos el miedo a emprender?

Tengo que hacer una confesión: a veces dejo de hacer cosas o las retraso tanto como pueda porque me da miedo. Tal vez para muchos esto sea obvio pero para mí no lo era hasta que Federico Casas me lo dijo. Últimamente me ha dado por preguntar a mis amigos emprendedores con más experiencia que yo (“emprendedores seriales” hay que decirles) cuáles son algunos de los miedos específicos que identifican en el proceso de emprender y cómo o cuándo fue que lograron superar estos miedos.

Creo que el primer miedo es obvio, en general todos los emprendedores vivimos con el miedo a fracasar. Aunque sea totalmente válido, aunque sepamos que no todos lo vamos a lograr a la primera, ese miedo no se va. Nunca.

Ese miedo es el que nos hace levantarnos todos los días a trabajar aunque sepamos que las utilidades van a llegar mucho después, aunque existan partes del proceso de emprender que odiemos pero que sabemos que son necesarias. Ese miedo es el que nos obliga a buscar ayuda, alternativas de financiamiento, alianzas. Y nos tragamos el orgullo y nos quedamos sin dormir aprendiendo cosas nuevas, peloteando ideas.

Otro de los miedos (aunque ese va y viene) es el “qué dirán” porque uno se avienta a poner su propia empresa basado en los ejemplos de otros, en las historias de éxito, en su “sueño” de hacer algo propio y cambiar el estilo de vida. Y luego vienen los comentarios que, aunque casi siempre vienen desde una postura de preocupación porque nos quieren, de alguna manera nos desaniman. Que si ya empezamos a ganar dinero, que si hicimos mal en invertir todos los ahorros, que si no trabajamos demasiado y tal vez sería mejor buscarse un trabajo más estable.

Lo entendemos, les preocupa, pero a veces esa preocupación solo nos añade estrés al que ya tenemos por default como emprendedores. Y nuestro miedo al fracaso se hace cada vez más grande, y perdemos la perspectiva de nuestros pequeños logros simplemente porque todavía no entramos en la lista de “los más influyentes”.

Finalmente, está ese miedo al arrepentirse en el futuro (en realidad todavía no sé cómo llamarle) que es el que tiene que ver con ese imaginario “momento ideal” para emprender. ¿Es buen momento ahora? ¿Después? Entre mis modelos a seguir, además de mis familiares, está el ejemplo de Rodrigo Aguilar, co-fundador de Gazen que me dijo que ese miedo a veces tiene que ver con la presión y los estándares sociales “a mi edad, la mayoría de personas de mi generación ya cuentan con un trabajo fijo, estabilidad y sueldos decentes que les permite una mejor calidad de vida” y sin embargo, él tomó el riesgo y -creo yo- no le fue tan mal.

¿Es tal vez otro constante el miedo a perder la estabilidad? Pero si esa nadie la tiene segura. ¿Cómo superamos estos miedos? El primer paso es ser honestos con nosotros mismos y aprender a identificar los miedos. Luego, trabajar a pesar de ellos poco a poco. Entender que el mejor momento para emprender no existe y que siempre habrá muchos riesgos y personas preocupadas por seguirnos la pista, por ayudarnos a salir adelante o por intentar convencernos de cambiar de idea.

Los miedos siempre van a estar ahí, lo intentes o no lo intentes así que lo que cuenta aquí es hacerlo a pesar del miedo y repetirse a uno mismo “al menos lo intenté” antes de reprocharnos #PeroQueríasSerEmprendedor.

Como lo explicó Federico: “moverme hacia adelante a pesar del miedo, a no paralizarse e identificar cuando estoy tomando acciones basadas en una preocupación. Cuando emprendo un nuevo proyecto trato de identificar cuál es ese correo que llevo días sin responder, ese pendiente que no logro empezar y siempre atrás de ellos está un miedo, por lo tanto esas suelen ser las tareas críticas que si las hago daré los pasos más grandes hacia adelante” y sí.

Aquí es cuando admito que yo no me había dado cuenta de que había “pendientes” que sólo son míos y que he dejado para luego porque me da miedo fracasar después de tanto esfuerzo. Me sentí culpable por un par de días y a decir verdad, todavía estoy tratando de definir cuál de todos ellos voy a realizar primero.

 

Fuente: Entrepreneur

Usa estas señales para saber si eres un líder débil

La mayoría de las personas asocian un líder débil con una persona dócil, tímida y callada. Aunque en ciertos casos puede ser así, los malos dirigentes también pueden ser explosivos, dominantes y un tanto dictadores.

Puedes tener todo el éxito del mundo en la incorporación de nuevos clientes, el desarrollo nuevos productos y servicios, métricas de productividad, etcétera, pero si las personas no te están buscando para estar en tu equipo, entonces eres una cabeza de este tipo.

Estas son siete actitudes que revelan si eres un líder débil.

1. Tu equipo sufre de burnout
Ser ambicioso y tener ímpetu son señales de muchas cabezas de proyecto efectivas. Sin embargo, si estás haciendo que tu equipo trabaje excesivamente e intercambias a sus miembros de manera indistinta, entonces no estas aprovechando tus recursos. Recuerda que los pequeños éxitos de productividad que tengas hoy pueden afectar la salud de tu equipo a largo plazo.

El manejo constante de crisis puede convertirse en una forma de vida que destruya la moral de tus empleados y termine por ahuyentarlos. En todos los negocios existen épocas donde se requiere “echar toda la carne al asador” pero ese no puede ser el estado natural. Las personas también necesitan recargarse.

2. Evitas tomar decisiones difíciles
Hay que tomar una decisión y tú te sales por la tangente. Esto puede deberse a que necesitas estar 100 por ciento seguro de la elección que harás o porque no tienes confianza en tus habilidades. Así que le pides a tus subordinados obtener más “datos duros” para poder estar más confiado. Esperas hasta el último momento para decidirte pues así puedes decir que te equivocaste porque “el equipo” se quedó sin tiempo para reunir suficiente información.

3. No sabes dar buenas direcciones
Quieres sacar un proyecto lo más rápido posible pero no has pensado cómo lograrlo. Reunes a tu equipo para tener una junta para comenzar a trabajar rebotando ideas en voz alta. Sin embargo, la falta de dirección hace que la discusión se pierda en tangentes confusos, por lo que al final de la reunión tu equipo sigue sin saber cuál es el rumbo a seguir, cuáles metas deben alcanzar y muchas áreas de acción quedan abiertas a la interpretación.

Al final, le dejas  tus subordinados la responsabilidad de interpretar qué es lo que quieres. Una señal segura: después de tener junta contigo, el equipo sale confundido y sabe que este nuevo proyecto será un desorden…como todos los demás.

4. Humillas a los miembros de tu equipo en público
No hay mejor manera de hacerse de una mala reputación como dirigente que regañar groseramente a uno de tus subordinados en frente de otras personas.  Puedes pensar que alguien hizo algo que necesita corrección, pero hacerlo de manera pública sólo demuestra que eres una persona inestable.

Los líderes débiles tienden a humillar a otros para sentirse mejor con ellos mismos. Si alguien de tu equipo merece tener una crítica constructiva, hazlo en privado. Hacer una “escenita” en una junta sólo  incomoda a los demás miembros del proyecto y no te deja en una posición de poder. Por el contrario, las buenas personas reaccionarán a la humillación y conseguirás distanciarte de un equipo que entregará resultados mediocres porque te tienen miedo.

5. Prometes pero no cumples
Entras juntas con los directores de la empresa o con un cliente importante y para asegurar tu posición, haces promesas irreales. Esto hace que te veas bien en el momento pero rara vez cumples con lo pactado o peor, dejas que sea tu equipo el que se encargue de cumplir tu palabra. Acciones así sólo disminuyen tu credibilidad y te expone como un individuo de “mucho ruido y pocas nueces”.

6. Le pides a muchas personas trabajar en lo mismo (y lo haces en secreto)
Es buena idea tener diversas opciones, pero no decirlo abiertamente ante tu equipo hace que las personas se enojen y se frustren cuando descubren que los apartaste en secreto de su operación habitual para realizar un proyecto en el que muchas personas están participando. Esto es especialmente dañino cuando eliges el proyecto que vas a utilizar, pues invariablemente mandas la señal de que no confías en tu equipo para realizar una buena propuesta de manera individual.

7. No das retroalimentación honesta
Evitas dar críticas constructivas porque no quieres lastimar los sentimientos de las personas. Ya sea que se trate de su desempeño, las posibilidades reales que tienen de recibir un aumento o si crees que son material para tu equipo, crear expectativas irreales es muy dañino pues genera amplia confusión cuando estas no se cumplen. Dar buena retroalimentación es la marca de un líder fuerte.

Fuente: Entrepreneur

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